Bienvenidos a mi Blog Nuestra Madre Maria

Queridos hermanos en Cristo,les doy la bienvenida a esta pequeña página que he querido crear para llevar a ustedes un poco de nuestra Madre,pues le debo mucho a mi Reina,es Ella quien alumbra mis días y me ayuda a caminar en este mundo tan vacio de Dios.
Los invito a que lo viciten,dejen sus comentarios y aportes que serán bienvenidos.
Que este blog pueda dar gloria a Dios por el material que se exponga y por todas las personas que lo viciten,les envio un caluroso abrazo en Cristo y Maria.
Natalia Asencio


jueves, 2 de septiembre de 2010

La Oración a María a través de los siglos
Juan Pablo II

1. A lo largo de los siglos el culto mariano ha experimentado un desarrollo ininterrumpido. Además de las fiestas litúrgicas tradicionales dedicadas a la Madre del Señor, ha visto florecer innumerables expresiones de piedad, a menudo aprobadas y fomentadas por el Magisterio de la Iglesia.
Muchas devociones y plegarias marianas constituyen una prolongación de la misma liturgia y a veces han contribuido a enriquecerla, como en el caso del Oficio en honor de la Bienaventurada Virgen María y de otras composiciones que han entrado a formar parte del Breviario.
La primera invocación mariana que se conoce se remonta al siglo III y comienza con las palabras:  "Bajo tu amparo (Sub tuum praesidium) nos acogemos, santa Madre de Dios...". Pero la oración a la Virgen más común entre los cristianos desde el siglo XIV es el "Ave María".
Repitiendo las primeras palabras que el ángel dirigió a María, introduce a los fieles en la contemplación del misterio de la Encarnación. La palabra latina "Ave", que corresponde al vocablo griego xa|re, constituye una invitación a la alegría y se podría traducir como "Alégrate". El himno oriental "Akáthistos" repite con insistencia este "alégrate". En el Ave María llamamos a la Virgen "llena de gracia" y de este modo reconocemos la perfección y belleza de su alma.
La expresión "El señor está contigo" revela la especial relación personal entre Dios y María, que se sitúa en el gran designio de la alianza de Dios con toda la humanidad. Además, la expresión "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús", afirma la realización del designio divino en el cuerpo virginal de la Hija de Sión.
Al invocar "Santa María, Madre de Dios", los cristianos suplican a aquella que por singular privilegio es inmaculada Madre del Señor:  "Ruega por nosotros pecadores", y se encomiendan a ella ahora y en la hora suprema de la muerte.
2. También la oración tradicional del Ángelus invita a meditar el misterio de la Encarnación, exhortando al cristiano a tomar a María como punto de referencia en los diversos momentos de su jornada para imitarla en su disponibilidad a realizar el plan divino de la salvación. Esta oración nos hace revivir el gran evento de la historia de la humanidad, la Encarnación, al que hace ya referencia cada "Ave María". He aquí el valor y el atractivo del Ángelus, que tantas veces han puesto de manifiesto no sólo teólogos y pastores, sino también poetas y pintores.
En la devoción mariana ha adquirido un puesto de relieve el rosario, que a través de la repetición del "Ave María" lleva a contemplar los misterios de la fe. También esta plegaria sencilla, que alimenta el amor del pueblo cristiano a la Madre de Dios, orienta más claramente la plegaria mariana a su fin:  la glorificación de Cristo.
El Papa Pablo VI, como sus predecesores, especialmente León XIII, Pío XII y Juan XXIII, tuvo en gran consideración el rezo del rosario y recomendó su difusión en las familias. Además, en la exhortación apostólica Marialis cultus, ilustró su doctrina, recordando que se trata de una "oración evangélica, centrada en el misterio de la Encarnación redentora", y reafirmando su "orientación claramente cristológica" (n. 46).
A menudo, la piedad popular une al rosario las letanías, entre las cuales las más conocidas son las que se rezan en el santuario de Loreto y por eso se llaman "lauretanas".
Con invocaciones muy sencillas, ayudan a concentrarse en la persona de María para captar la riqueza espiritual que el amor del Padre ha derramado en ella.
3. Como la liturgia y la piedad cristiana demuestran, la Iglesia ha tenido siempre en gran estima el culto a María, considerándolo indisolublemente vinculado a la fe en Cristo. En efecto, halla su fundamento en el designio del Padre, en la voluntad del Salvador y en la acción inspiradora del Paráclito.
La Virgen, habiendo recibido de Cristo la salvación y la gracia, está llamada a desempeñar un papel relevante en la redención de la humanidad. Con la devoción mariana los cristianos reconocen el valor de la presencia de María en el camino hacia la salvación, acudiendo a ella para obtener todo tipo de gracias. Sobre todo, saben que pueden contar con su maternal intercesión para recibir del Señor cuanto necesitan para el desarrollo de la vida divina y a fin de alcanzar la salvación eterna.
Como atestiguan los numerosos títulos atribuidos a la Virgen y las peregrinaciones ininterrumpidas a los santuarios marianos, la confianza de los fieles en la Madre de Jesús los impulsa a invocarla en sus necesidades diarias.
Están seguros de que su corazón materno no puede permanecer insensible ante las miserias materiales y espirituales de sus hijos.
Así, la devoción a la Madre de Dios, alentando la confianza y la espontaneidad,  contribuye  a  infundir serenidad en la vida espiritual y hace progresar a los fieles por el camino exigente de las bienaventuranzas.
4. Finalmente, queremos recordar que la devoción a María, dando relieve a la dimensión humana de la Encarnación, ayuda a descubrir mejor el rostro de un Dios que comparte las alegrías y los sufrimientos de la humanidad, el "Dios con nosotros", que ella concibió como hombre en su seno purísimo, engendró, asistió y siguió con inefable amor desde los días de Nazaret y de Belén a los de la cruz y la resurrección.
SUPLICAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Dame tus ojos, Madre, para saber mirar; si miro con tus ojos jamás podré pecar.
Dame tus labios, Madre para poder rezar, si rezo con tus labios Jesús me escuchara.
Dame tu lengua, Madre, para ir a comulgar, es tu lengua, paterna de gracia y santidad.
Dame tus labios, Madre, que quiero trabajar, entonces mi trabajo valdrá una eternidad.
Dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad, cubriendo con tu manto al cielo he de llegar.
Dame tu cielo, Oh Madre, para poder gozar, ¿si tu me das Cielo, que mas puedo anhelar?.
Dame Jesús, Oh Madre, para poder amar, esta será mi dicha por una eternidad.

El "credo" mariano

Creo Madre Santísima que te amaré por toda la eternidad.
Creo que sientes alegria y me amas más cuando me esfuerzo por ser mejor.
Creo que sientes compasión de mi cuando me dejo vencer por el mal.
Creo que me amas y me amarás más que todas las madres de la tierra.
Creo que cuando Dios quiere hacer muy santa a una persona la hace muy devota de la Virgen Maria.
Creo que así como los latidos del corazón son señal de vida corporal,así el invocar con frecuencia a la Madre de Dios es señal de vida eterna.
Creo que en asuntos de salud la Virgen Santísima puede hacer lo que no pueden hacer los  médicos.
Creo que  lo primero que me pide la devoción a la Virgen es luchar contra el pecado.
Creo que una devoción a la Virgen que no consiga la enmienda de la vida no es grata al Señor.
Creo que cuando Maria ruega todo se obtiene,nada se niega.
Creo que jamás se ha oído decir que alguien haya invocado con fe a la Madre Celestial y no haya sido ayudado por Ella.
Creo que tengo una madre que no se me va a morir,es Maria Santisima.
Creo que Maria como en Cana,se da cuenta de lo que necesitamos y se lo recuerda a Jesús.